Diarios de esquila
“Que la Virgen María bendiga la esquila. Y el Santísimo Sacramento que nos envíe buen viento”.
El día señalado nos levantamos a las 5 de la mañana para madrugar con las ovejas. Hacía fresco e incluso había llovido la noche anterior, lo que nos preocupó: la lana que querían sacar no se podía mojar al esquilar. Afortunadamente no fue así.
Cuando llegamos al lugar donde se realizaría la esquila, encontramos allí al Sr. Carlos que nos esperaba con una sonrisa serena y unos ojos muy despiertos acostumbrados a los primeros rayos de sol que ha presenciado desde niño. Bendeciría al rebaño con humo de romero bendito, cruces y oraciones a los santos patrones. Y así fue. Una vez finalizada la oración y a la primera señal de tijeras, se inició una serie de cánticos, centrándose en los diferentes aspectos de la esquila y agradeciendo a los santos protectores por la lana y el vigor de los rebaños.
Las ovejas estaban juntas y serenas. Parece que sabían el alivio que les traería la esquila… porque al fin y al cabo, la primavera ya había comenzado a calentar las tierras bajas de la montaña.
El esquilado se realiza por orden de edad. Las ovejas se organizan de mayor a menor y se comienza el trabajo. Las primeras tijeras se dan en el lomo, luego desde la cabeza hasta la cola, siempre contorneando el cuerpo del animal. Las ovejas favoritas de los pastores se quedan con la punta de la cola sin cortar. Por gracia, cariño y distinción.
Una vez finalizada la esquila, el manajeiro o esquilador, llama a las ovejas una a una y al final, con un gesto claro, dibuja una cruz sobre el rebaño. Luego, mientras se purifica con agua de malva o trébol, los demás pastores proceden a marcar las ovejas y finalmente cuelgan los cascabeles al cuello de cada oveja.
Mientras tanto, con prisa pero con precisión, los pastores recogen la lana. La vena de las distintas partes del cuerpo de la oveja se separa formando lana blanca, negra o marrón (sarrubeco). Está listo para ser lavado para eliminar tierra y otras impurezas que puedan superar más de la mitad de su peso, y para extraer el exceso de grasa animal. Es hora de dividirlo en fardos para poder venderlo, sin que los pastores se reserven primero un poco en la cantidad que se considera necesaria para echar maranhas capaces de asegurar algunas piezas para la familia.
Ellas, las ovejas, tienen una expresión lánguida, postradas ante el alivio que les produce el retiro de la lana. Libre, fresca y feliz.
Este es un proceso ancestral en la Serra da Estrela y ha cambiado poco hasta el día de hoy.
Una región donde la tradición del pastoreo es evidente en los primeros registros de la historia, y que el tiempo ha transformado en un estilo de vida sostenible, una forma de arte y una industria que continúa brindando sustento. La tierra de la lana y la nieve, como dijo Ferreira de Castro, buscamos elevar, valorar y promover este estilo de vida que se equilibra con la naturaleza que abunda en las montañas que llamamos hogar, para acercar el arte de la lana y los conocimientos de las comunidades que tejerlo aún más lejos de lo que los horizontes nos permiten ver desde aquí arriba.